En el Lago
Solo pensaba en las vacaciones. Cuando llegaba agosto escapar de la vorágine de la ciudad era mi única preocupación. Poseído por el espíritu de funcionario de medio pelo, me daban igual los expedientes sin tramitar acumulados en mi despacho. A las dos de la tarde cerré la ventanilla y marché directamente a la estación de cercanías de Alexanderplaz, donde me esperaban Astrid y Katia con las maletas preparadas.
Durante el trayecto apenas me detuve a leer los titulares de la prensa. El Bild, alertando una vez más sobre la grave crisis política que amenazaba de nuevo a Alemania, parecía dispuesto a amargarnos las vacaciones. Cerré el diario exasperado. Después de pasar el año ahorrando para alquilar un dacha a orillas del lago Templiny, no íbamos a dejar que “una serpiente de verano” nos amargara.
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¿Qué sucede Bertold?
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Nada Katia, este maldito tabloide se ha convertido en una novela de terror.
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Papá, en la Universidad dicen lo mismo, Rusia quiere frenar como sea la fuga de ciudadanos. Hermann y su familia se fueron hace un mes.
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¡Callate ya Astrid! No ves que estas asustando a tu madre.
Una hora después llegamos a Potsdam, el ajetreo de las maletas y la organización de la cabaña pareció diluir la preocupación. Por fin instalados, dejamos que los días transcurrieran tranquilos.
Me sentía feliz retratándolas mientras compartían confidencias sentadas al borde del embarcadero, o saludándolas desde la barca, donde pasaba las horas intentando pescar, mientras ellas riendo me gritaban: LLegiu-ne més »