La precariedad y la falta de cuidado han hecho de muchas de nosotras, mujeres dependientes de los medicamentos. Nuestra salud, fue y es, aún menos reconocida que nuestras libertades.
Nos hemos visto obligadas a trabajar enfermas, a sobreponernos a empujones de nuestros duelos, traumas y conflictos, a construir la vida encima de nuestros cuerpos dejando la piel a cada paso que íbamos dando.
El uso y el abuso que nos hemos infringido inconscientemente por los devaneos de la supervivencia han desfondado nuestro organismo provocándonos una nefasta e irrecuperable calidad de vida, abocándonos al declive físico y emocional.
La sanidad irresponsablemente se escabulle de nosotras como el agua que se escapa de entre las manos, convirtiéndonos sin escrúpulos en transeúntes con nombres farmacológicos.
Mientras, algunas proseguimos adelante con los rostros maquillados para ocultar las ojeras rasgadas, los ojos vidriosos, las miradas empañadas. Y un día tras otro continuamos levantándonos para gritarle al mundo que estamos dobladas, pero no partidas.
La mujer sigue sin ser tratada con la dignidad que ha cultivado y sin duda merece.
Carmen Gómez
Muy bueno el articulo. Las mujeres a lo largo de la historia hemos descuidado nuestra salud porque siempre hemos dado prioridad a los nuestros y nos dejamos para lo ultimo. Aguantamos y tiramos del carro “hasta que el cuerpo aguante” y luego la naturaleza que es muy sabia nos pasa factura. Hay que ser un poco más “egoista” y de tanto en tanto dedicarnos tambien a cuidarnos y mimarnos a nosotras mismas. La vida da muchos palos y comer una onza de chocolate no tiene porque quitarnos el sueño.
En la lista de prioridades que tenemos las mujeres, estamos en el último o penúltimo lugar. Muchas cosas se sustentan encima nuestro y lo terrible es que todos incluidas nosotras creemos que es normal.
Besito
Siempre digo que las mujeres solemos comportarnos como ocurre en el metro en hora punta; si nos apretamos conseguimos sitio para una mayor cabida. Ahora las apreturas y los pisotones recibidos a través de los años nos comienzan a doler y esa es la evidencia de que no estamos hechas de goma elástica. Yo procuro no olvidarlo.