Dicen que la música amansa a las fieras, y he llegado a la conclusión, que soy una fiera de las más temibles, ya que a medida que iba escuchando las melodías, notaba como mi alma se iba calmando. He navegado por Venecia, he vislumbrado ese Paris bohemio, he bailado imaginariamente un sirtaki, he volado acompañada de Andrea Boccelli, he brindado con la Traviata, he estado en la orilla blanca orilla negra, y he llorado con Mio babino caro…Todo esto en poco rato, el justo para liberar mi alma. Me ha ido muy bien, lo necesitaba después de tantos problemas con mis ojos, hoy por fin parece que ya he visto la luz al final del túnel, ya era hora. Probablemente la próxima semana ya sea la última visita. ¡Qué descanso!
Necesito recordar, que a veces la música es el sustento del alma. Hoy por lo menos lo ha sido. Y todo ha venido casi sin darme cuenta al hablar de mi nieta, la más pequeña, que se nos ha hecho mayor, sin darnos cuenta. Uf dejo de escribir, que me estoy poniendo MUY tonta… pero MUY tonta.
Teresa Vidal
Teresa m’ha agradat molt aquest relat teu; és curt però molt intens. M’he sentit identificada amb el que dius, perquè la música també fa miracles amb mi.
Grácies Pilar per deixar un comentari, ja saps que s’agraeixen les opinions dels demés. Una abraçada.