Faustina Alonso era muy conocida en la Escuela de Adultos de su barrio, no solo porque era la mayor de todas las personas que participaban en las actividades que se hacían en el Centro, sino por su carácter extrovertido y entusiasta que animaba a muchas personas a despertar un poquito y salir de la aburrida somnolencia que podía adueñarse del espíritu cuando crees que te has hecho vieja y ya no tienes nada que aportar al mundo.
Faustina no era perfecta, todos lo sabían, hablaba mucho y en ocasiones algún que otro compañero/a soplaba pensando: ya está la Faustina de marras al medio, ¡es que no da tiempo a que otra persona responda..! pero hoy, cuando Conso, la joven profesora que solo hacía un mes que trabajaba en el Centro, pidió que voluntariamente saliese alguien a explicar verbalmente el trabajo que les había pedido…, en cuanto Faustina se levantó la mayoría de los cuerpos se relajaron y,muchos soplaron, sí, sí, pero de alivio. El sentido al ridículo, a que nos juzguen, a decir lo que pensamos sobre cualquier cosa, parece que nos oprime. No era el caso de Faustina como podemos observar. Y nuestra Faustina subió a la pequeña tarima que Conso había colocado en el centro delante de sus compañeros, y comenzó su disertación, ya que desde ese martes y hasta final de curso, y con un tiempo cronometrado por la profe, tendrían que participar con su opinión sobre un tema y ponerlo a debate, como hacen los políticos.
– Amigas, amigos, compañeros: como sabéis tengo 93 años y gracias a Dios mi salud es buena, lo peor que llevo es que a veces la espalda me duele bastante,aunque un vecino que me encuentro cada día al bajar a la panadería, me decía el otro día que si me arrimo a la pared intentando que todo el cuerpo queda pegado, por cierto todavía no lo he conseguido, porque parece que la espalda empieza a torcerse un poco, pues que conseguiré calmar el dolor pero bueno, la cabeza todavía me funciona bastante bien y estos días le estoy dando vueltas a un tema…
Algunas sonrisitas maliciosas quedaban ocultas bajo disimuladas manos, y yo creo adivinar que pensaban con regocijo: ¡Ya se está enrollando la Faustinita! – que me quita el sueño; he conocido cuando el hombre llegó a la luna, que por cierto, me lo creí a pies juntillas; luego algunos decían que si fue un engaño de los americanos,que si patatín que si patatán, luego he visto cómo arquitectos famosos hacían edificios enormes y uno era retorcido como si lo hubiesen escurrido como cuando escurrimos una toalla, y eso que llevan ventanas de cristal; lo vi en una foto que me enseñó mi hijo en el ordenador, él sabe que estas cosas me gustan bueno, me parece que se me acaba el tiempo. Pues lo que me quita el sueño es cómo es posible que haciendo cosas tan importantes, no consigan que en los cruces para los peatones, cuando llueve, se inunden TODOS de tal forma de extremo a extremo del paso, que es imposible cruzar sin choparte los pies. ¡Muchas gracias!
Ángeles Bosch
Un bravo a esa Faustina desinibida capaz de decir lo que muchos piensan pero no dicen.
Un visca també per a tu, per aquest relat que presenta a una Faustina valenta i sincera que defuig de hipocresies i convencionalismes.
Una abraçada
Gràcies Pili, crec que quan més grans ens fem, som més valents. Fa anys vaig fer voluntariat amb gent gran i feiem una espècie de tribuna on podien explicar el que pensaben sen-se interrupciones. Jo en quedaba bocabadada!
He vist un error al escrit. Després de “no consigan…” *impedir.
Vaig apendre molt.